2020

Enviado por nacho-solorzano el Jue, 31/12/2020 - 12:20

Lo menos que se puede decir es que este año que se acaba ha sido especial: 

Las manifestaciones contra el racismo alrededor del mundo fueron una muestra de lo mejor que el ser humano puede ser capaz... como resultado de lo peor.

La democracia al estilo occidental sufrió uno de los asaltos más serios que se recuerden, no por raro, que en América Latina los golpes de estado y los dictadores han estado al orden del día, sino porque sucedió en el país que durante más de dos siglos ha intentado convencer al mundo que ese sistema de gobierno es el mejor y que ha insistido en exportarlo, incluso imponerlo, a otros países. Pareciera ser que las lecciones están fluyendo ahora en el sentido contrario: ya no es la gran nación norteamericana la que enseña a otros como comportarse, sino que es ella aprendiendo y aplicando las lecciones de otros lares y otros tiempos. Dictaduras presentes y futuras tendrán ahora la excusa perfecta para demandar que ese país no se entrometa en sus asuntos internos. 

Centroamérica fue devastada, no por uno sino, dos huracanes colosales que dejaron a su paso muerte y destrucción en una de las regiones más pobres del mundo... Y eso que tuvimos suerte, porque ambos huracanes, sobre todo el segundo, se debilitaron sensiblemente antes de tocar tierra. Es aterrador pensar lo que hubiera podido pasar si hubieran entrado en el istmo como tormentas de categoría cuatro o cinco, como eran las previsiones originales.  

Este año se distinguió también por grandes pérdidas humanas: en el plano personal, llegó el momento de decir adiós a mi abuela, alguien quien me marcó a vida al abrirme la ventana del conocimiento al enseñarme a amar la lectura.  También tocó lamentar la partida de distinguidas personalidades: Quino, Eddy Van Halen, Sean Connery, Maradona, por mencionar algunos. Al escribir estas líneas, el último en unirse a esta triste lista es el gran Armando Manzanero, quien falleció recientemente por COVID-19, enfermedad cuya existencia había negado recientemente.

El punto anterior me lleva a la alarmante tendencia que hemos presenciado este año de colocar a la ciencia en el catálogo de dogmas en qué creer. La pregunta «¿crees en la ciencia?» ha probado ser extremadamente peligrosa. En la ciencia no «se cree» sino que se confía en ella pues se basa en datos para producir conclusiones lógicas de las que se derivan acciones y recomendaciones razonables.  El método científico ha sido y es conducido por las mentes más brillantes que nuestra especie tiene. Si confiamos en nuestros padres que, sin haber sido entrenados, asumen ese rol sin saber realmente en lo que se están embarcando -hablo por experiencia-, ¿porqué no confiar en gente que ha dedicado su vida a investigar, por ejemplo, las enfermedades infecciosas? ¿Porqué escuchar, en su lugar, a alguien que todo lo que sabe de virología lo ha aprendido viendo un vídeo de 40 segundos en WhatsApp, o peor, en algún vídeo de teorías de complot disfrazado de documental de los que abundan en Internet? 

Escribo estas líneas el 30 de diciembre de 2020. Hace un año exactamente leí un pequeño artículo en un sitio de noticias sobre una enfermedad rara que había sido detectada en China. Aquella oscura nota era el presagio de esta enfermedad que ha puesto nuestras vidas -las de toda la raza humana- de cabeza. Esta pandemia ha matado a millones de personas y nos ha afectado a todos. En mi caso, he tenido la fortuna de no perder todavía a nadie realmente cercano, pero por culpa de esta enfermedad hace ya casi dos años que no he podido ver a mi amada madre. Hoy día es alarmante como muchos medios hablan de la pandemia en pasado, cuando en realidad es aún nuestro presente y nuestro futuro inmediato. No hay que relajarse en las medidas de seguridad sanitaria que, a estas alturas, debiesen ya ser hábitos.  

En fin, muchos dirán que 2020 es un año para olvidar. Respetuosamente, estoy en desacuerdo. 2020 es un año para recordar porque tenemos que aprender de él. Tenemos que sacar las lecciones necesarias de tanto drama para que nuestro futuro sea mejor. Por eso, conforme el final de este aciago año y el comienzo del nuevo se acercan, quiero desearles, desde el fondo del corazón un... ¡MEJOR AÑO NUEVO! 

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